Una de las principales razones por las que el dolor provoca más sufrimiento y persiste en el tiempo es por la interpretación que le damos. Pensamos que, siempre que sentimos dolor tiene que haber una lesión o patología que lo está causando. Pero nada más lejos de la realidad, ya que dolor y daño no van de la mano. Podemos sentir dolor sin haber ningún daño en nuestro organismo que lo justifique, y viceversa, puede que haya una lesión o daño, pero que no sintamos dolor.
El encargado, en ultima instancia, de decidir si sentimos o no dolor, es el cerebro. Tenemos receptores situados por todo el organismo que mandan información continuamente al cerebro, que pueden ser receptores del tacto, del movimiento, la visión, etc. En función de la información que recibe, el cerebro evalúa la situación y toma una decisión. Si cree que puedes estar en peligro, te mandará la señal de dolor para conducirte a que dejes de hacer eso que el considera que es potencialmente peligroso para tu integridad. Al fin y al cabo, el cerebro busca todo el rato la supervivencia, y la forma que tiene de comunicarse contigo es a través de síntomas.
Hay un estudio de caso registrado muy famoso que cuenta la historia de un hombre al que le atravesó un clavo a través de la zapatilla y le perforó el pie de arriba hacia abajo. El hombre tenía un dolor increíblemente alto. Cuando acudió al hospital para que el clavo le fuese extraído, encontraron la sorpresa de que el clavo había atravesado la zapatilla, pero su pie había quedado intacto, ya que pasó justamente por el hueco entre dos dedos. Parece increíble, pero aquel hombre notaba el dolor como si el clavo le hubiese atravesado el pie de arriba hacia abajo. Y esto ocurre porque al cerebro le falta información. La información que este hombre le estaba dando a través de la visión era que en su pie había ocurrido una catástrofe, por lo que el cerebro, que busca siempre la supervivencia, trató de protegerle con el dolor, con la intención de que no quitase el foco de aquella zona que podía estar seriamente dañada.
La situación contraria la vemos cuando, a pesar de haber alguna lesión, la persona no padece dolor. Un ejemplo muy común son las resonancias de columna. Si hacemos una resonancia a una persona de más de 30 años que no padece dolor habitual de espalda, es muy probable que encontremos hallazgos de alguna protrusión, hernia, aplastamiento, etc.
En este caso, la lesión ha ido desarrollándose de forma progresiva en el tiempo y el organismo se ha podido adaptar, por lo que el cerebro ha interpretado que no hay peligro para la persona y que no es necesario mandar la señal protectora de dolor.
Desde DE CERO A CIEN tenemos enfoque diferente para atajar el dolor crónico. Entendemos la fisiología humana y tratamos de explicársela y transmitírsela a nuestros pacientes para que puedan mejorar su relación con el dolor y, junto a otras herramientas como el ejercicios y cambio de hábitos, consigan liberarse del dolor crónico.
Si quieres que te ayudemos con tu dolor, déjanos un mensaje y nos pondremos en contacto contigo lo antes posible.